Invictus

Escribir una novela histórica es en cierto modo un combate. El autor se tiene que enfrentar a un personaje del pasado, a una determinada época histórica, y además tiene que hacerlo con estilo, ya que el lector le exigirá no sólo rigor histórico sino también calidad literaria. Si además el personaje elegido es de larga trayectoria, profunda huella histórica y considerable complejidad, la tarea parece casi imposible. Uno de esos personajes es sin duda el emperador Constantino el Grande (272-337), una figura sobre la que se ha escrito casi todo, sobre la que incluso se han creado varias leyendas y que, se mire como se mire, no puede dejar de verse como una figura central de nuestra historia. Pues bien, hasta hace bien poco, nadie se había lanzado a la tarea de escribir la novela de Constantino. Parece increíble, pero tal vez no lo es tanto: la sombra de Constantino es alargada, y (al menos literariamente) asusta. El que ha cumplido finalmente con el reto es el escritor italiano Simone Sarasso, en su novela titulada: Invictus. L'imperatore guerriero (2012). Y el resultado es magnífico. Brillantísimo.

Hay muchas maneras de abordar la novela histórica, y cada personaje o cada acontecimiento requieren o sugieren un tratamiento distinto. Uno de los maestros del género, Santiago Posteguillo, ha estructurado sus novelas, en particular las de su trilogía sobre Escipión Africano (reseñas: vol. 1, vol. 2, vol. 3), sobre el eje de las batallas. No es de extrañar: Escipión, y no digamos su antagonista Aníbal, era un personaje de batalla; a partir de ese eje, Posteguillo logra tramar unas novelas sublimes, repletas de dramatismo y humanidad. Su manera de ambientar y narrar las batallas es extraordinaria, propia de un genio. Difícilmente se puede abordar la figura de Escipión de otra manera. O la de Alejandro Magno. Lo mismo podría decirse de Constantino, que vivió en tiempos tumultuosos, y vivió gran parte de su vida entre armas. Sin embargo, la novela de Sarasso dedica pocas páginas a esas batallas. En algunos casos, las resuelve de un plumazo. Y yo creo que hace bien. Su novela cubre toda la vida conocida de Constantino, desde que fue llevado por su padre a la corte de Diocleciano (año 293) hasta su muerte. La novela cuenta con fidelidad los acontecimientos más relevantes de todos esos años, y lo hace con un estilo muy eficaz: párrafos breves, frases en presente, lenguaje coloquial, mezcla de acción y pensamiento, fluidez de ideas, acciones, situaciones. Se mezcla lo divino y lo profano, lo solemne y lo irrespetuoso. La heroicidad se diluye, los personajes se nos muestran como seres cercanos, humanos. Diría que cualquier otra manera de intentar condensar en poco más de seiscientas páginas la trayectoria vital de Constantino sería un fracaso literario, sobre todo tratándose de un personaje tan cargado de connotaciones religiosas y casi míticas. La manera de narrar de Sarasso desmitifica, nos acerca al personaje desnudo; consigue, además, momentos de enorme brillantez literaria.

En definitiva, una sublime obra literaria. Su autor demuestra un profundo conocimiento de los hechos históricos, pero sin que se le note, lo cual es meritorio. Además, huye de cualquier voluntad didáctica. Una novela que abre un nuevo camino en el tratamiento literario de determinadas figuras históricas, con un estilo fresco e innovador.