¿Quién se acuerda hoy de Ctesifonte?
Sus ruinas, que pueden verse aún a orillas del Tigris, son un reflejo lejano de la antigua grandeza de esta ciudad, que durante siglos fue la capital de los reyes persas de la dinastía sasánida. En su momento de máximo esplendor (siglo VI - principios del VII) llegó a ser, según cuentan algunos autores, la ciudad más poblada el mundo (enlace). En realidad, los únicos restos que se conservan pertenecen al que fue en su día el palacio de Cosroes (Taq Kasra). (foto: Wikimedia Commons.)
La decadencia de Ctesifonte empezó a mediados del siglo VII, tras la conquista árabe y la fundación de Baghdad, la nueva capital. Ctesifonte fue perdiendo importancia hasta quedar completamente abandonada. Ya en el siglo X no era más que un conjunto de ruinas de donde se sacaban materiales de construcción para la nueva ciudad. Algunos poetas persas, como Khaqani (siglo XII), se inspiraron en esas ruinas para componer algunos de sus poemas.
¿Por qué hablo de todo ello en este blog? Muy sencillo: la acción de mi novela Principes Mundi empieza precisamente en ese lugar, en Ctesifonte.
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