A finales de los setenta, la revolución liderada por Jomeini obligó al Sha y su familia a exiliarse en el extranjero, un exilio del que nunca volvieron a Irán. La prensa del corazón, p.e. el Hola, se hizo eco de esta desgracia que afligía a esta familia que parecía vivir, hasta ese momento, en un cuento de hadas.
Era evidente, ya entonces, que la imagen que el Sha proyectaba de sí mismo, tanto en su país como en el exterior, tenía poco que ver con la dura realidad que tenía que vivir el pueblo iraní bajo su régimen totalitario.
Muchas décadas han pasado desde aquellos acontecimientos de 1979. A mis recuerdos de infancia se ha añadido un sinfín de informaciones e imágenes provenientes de esa parte del mundo que parece en eterno conflicto. El régimen islámico instaurado por el ayatolá Jomeini ha sido sin duda uno de los factores determinantes en la política mundial desde entonces. El Sha parece ahora poco más que un pálido recuerdo de otros tiempos, superado por la historia. Sin embargo, para entender lo que pasó en Irán en aquellos años, y también las consecuencias actuales de todo ello, es necesario adentrarse un poco en esa figura histórica. Últimamente me estoy interesando mucho por todo lo que tenga que ver con el actual Irán o la antigua Persia (quien me siga en Twitter se habrá dado cuenta de ello). Fue así como, por recomendación de un amigo, decidí leerme un libro de Ryszard Kapuściński titulado El Sha (1982) (título original en polaco: Szachinszach).
El libro está escrito con brillantez, y con ese estilo inconfundible que hace que leer a Kapuściński sea siempre una experiencia grata. Destacaría sobre todo la inteligencia con la que analiza la realidad histórica, p.e. cuando explica el origen del shiísmo y su implantación en Irán, o cuando describe las causas que propiciaron la caída del Sha y el auge del movimiento islámico. Ideas de aparencia simple pero de gran calado. Una invitación a reflexionar. De hecho, en eso mismo estoy ahora: reflexionando y buscando más lecturas para ahondar en la materia.
Cierto es que ha llovido mucho desde 1982, cuando se publicó el libro. El hecho de que el autor viviera de primera mano aquellos acontecimientos le confiere al texto un valor añadido que difícilmente podría reproducirse de otra manera. Sin embardo, la única crítica que se me ocurre tiene que ver precisamente con el paso del tiempo. Estamos en pleno siglo XXI, la época de la información, del fact-check. Hemos pasado de la famosa biblioteca universal de Borges como idea abstracta a tener esa biblioteca en nuestro bolsillo, gracias a nuestro móvil. Nos hemos acostumbrado a comprobar la información, a buscar fuentes, a corroborar datos como nunca antes habíamos hecho. En ese sentido, echo en falta en el libro de Kapuściński una lista de bibliografía, o referencias concretas. A veces da la sensación de que, cuando proporciona algún dato sobre la historia o la sociedad iraní, no queda claro si se trata de hechos comprobables o, simplemente, de noticias exageradas por el paso del tiempo. Eran otros tiempos. Leyendo el libro ahora podemos suplir esas carencias sin grandes dificultades. Lo que queda intacta, por suerte, es la vigencia de su análisis.
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